Sevilla tuvo un acuario efímero en 1992. Era el pabellón de Mónaco de la Expo’92. En lugar de conservarlo, dejaron que se fuera, y así, Sevilla estuvo 22 años sin acuario.
En este nuevo lugar apartado, casi escondido, puede uno sentirse como el protagonista del Axolotl de Cortázar (que es lo mismo que decir el Cortázar de Axolotl). La soledad impera en los espacios aéreos, y al rato de pasear entre los inmensos tanques de agua, uno se siente gravitar como los peces y los reptiles que los habitan. Uno se siente la anaconda, el pez león, el tiburón toro.
Y se contempla a sí mismo con extrañeza, con miedo a veces, y siente la esperanza de que publicará algunas fotos sobre nosotros, creyendo imaginar un reportaje sobre los lentos, silenciosos habitantes del acuario.