Berlín es un conflicto eterno. En sus calles combaten lo antiguo y lo moderno, el Este y el Oeste, la desesperación y las startups. En cada rincón se respira una tragedia tensa que solo puede resolver el paso de los siglos. Y pese a la confrontación, pese al arrepentimiento heredado, hay en los berlineses un orgullo sólido, forjado en acero, a prueba de odio. Han sabido comprender y abrazar su pasado, haciéndolo suyo, para poder mirar al futuro con decisión y sin olvido.